CAPÍTULO III
Zell, Ixchell y yo nos sentamos en aquellas sillas que, pese a su aspecto metálico y frío, resultaron ser bastante cómodas.
Los dos seres que nos habían recibido se marcharon, dejándonos a solas con nuestro pequeño amigo que apenas alcanzaba el metro veinte de estatura, y que estaba situado al lado de aquel panel tan misterioso para mí hasta el momento.